En el extremo más septentrional de Colombia y de Suramérica, se encuentra un territorio desértico, rodeado de playa: La Guajira. Sus habitantes han aprendido a aprovechar la geografía y las condiciones de terreno para dar lugar a una de las comunidades indígenas más fuertes y conservadas de América: los wayúu.
Así, el paisaje es complementado por los rebaños de cabras de los indígenas y sus casas elaboradas en "yotocoro" (corteza de cactus) y bahareque, las cuales contrastan con los colores vívidos de su vestuario y tejidos.
Además de sus extensasplayas y aguas tranquilas perfectas para tomar el sol y la natación, lo viajeros pueden disfrutar de los vientos para la práctica de kitesurf y de las dunas para participar en los famosos rallys de la península.
De igual manera, la exótica naturaleza se deja ver en las caminatas guiadas por los parque naturales del departamento; un excelente escenario para la práctica del ecoturismo y el avistamiento de aves.
Caminan con sus trajes coloridos por las calles de Riohacha, Uribia y todas las poblaciones. en los desierto basta encontrar un grupo de cabras para saber que muy cerca, entre los matorrales, se encuentra alguna ranchería o grupo de indígenas con su rebaño. La cultura wayúu ha sobrevivido a las imposiciones de los colonos y forasteros, para convertirse en una de las más fuertes de Suramérica.
Varios agentes de viajes y turoperadores ofrecen entre sus paquetes visitas a las rancherías wayúu, las cuales son las viviendas de los wayúu. Desde el comienzo la experiencia es única, ya que para llegar a ellas debe cruzarse el desierto y descubrir entre la vegetación, las rústicas construcciones. Al llegar el recibimiento es con un vaso o totumo de "chirrinchi", una bebida de aguardiente de caña de azúcar.
Una de las primeras cosas que se notan es la presencia de las coloridas hamacas o chinchorros tejidos por las mujeres wayúu, en lugar de sillas y camas. El colorido y fineza del tejido es apetecido por viajeros y colombianos, lo cual lo ubica como una de las artesanías más reconocidas de Colombia. Entre risas y música de tambores, se presenta la Yonna, un baile típico en el cual la mujer intenta hacer caer al hombre.
Los wayúu se organizan por castas y es la mujer quien tiene el deber de transmitir la cultura, de tal manera que la organización cultural y política de las comunidades se da a través del "matrilinaje". No sólo deben cumplir la ley que rige a todos los colombinos sino también una propia, la ley del pago wayúu, en la cual la palabra lo es todo. A todo este conocimiento de tradiciones se accede a traves de los relatos de las líderes de la comunidad, que las narran a los viajeros que se hospedan en sus rancherías.
En el suroccidente de La Guajira, las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta se convierten en llanura y, al internarse más en el departamento, en desierto. Su clima seco es mitigado por la fuerza de los vientos alisios, los mismo que en el extremo norte de la península, transforman las dunas rojas.
Al sur de Riohacha, capital de La Guajira, se encuentra el Santuario de Flora y Fauna Los Flamencos, una combinación de mar y laguna, de aguas poco profundas y cálidas, perfecto para el cultivo de camarones, razón por la cual los Flamencos Rosados escogen todos los años este lugar como un punto vital en su ruta de migración.
Toda esta riqueza natural representada en su exótico paisaje, hace que el ecoturismo y el avistamiento de aves sean una de las principales actividades turísticas de La Guajira. Cuando el terreno se hace desierto, enormes dunas se levantan, creando el escenario perfecto para practicar rally a toda velocidad y poner a prueba el motor y la habilidad de los pilotos.
Al final, cuando la arena se esconde bajo las olas gentiles y el azul marino, el océano se presenta como un imponente lugar para descansar y disfrutar del sol. Las playas guajiras pueden ser una pista de despegue para los amantes del kitesurf, gracias a la fuerte acción de los vientos alisios sobre sus costas.
Sin embargo, no todo es desierto y playa, también hay exuberantes montes como la serranía de la Macuira, donde la vida abunda y el suelo reverdece.
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