Católicos budistas. Sushi en 'churrascarías'. Recargas de móviles en farmacias. Muros grafiteados que se tornan galerías. Cafeterías 24 horas. Comercios cerrados a las 18 horas. Siete millones de vehículos. Y centenas de hectáreas de mata atlántica.
Inmersa en kilómetros de contradicciones y en un caos funcional, São Paulo es probablemente la ciudad de Brasil más amada y más odiada por sus doce millones de habitantes. Son pocos los turistas que se dejan caer por una metrópolis a primera vista hostil, cuyas monstruosas avenidas ni siquiera esconden valiosos vestigios históricos. Sin embargo, quien se aventura a descubrirla se da de cara con una capital que, haciendo alarde de su poderío económico y un clima tropical envidiable, se reinventa a una velocidad de vértigo y proporciona un sinfín de experiencias adaptables a todos los gustos y bolsillos. Como si de una amante se tratara, una vez que seduce, no puedes dejarla.
Hablar de São Paulo es hacerlo en superlativo. La mayor población, el mayor parque industrial, la mayor producción económica, el mayor tráfico de helicópteros particulares, el mayor registro de inmigrantes y, claro, la más cosmopolita de América del Sur. Lo que se traduce en nueve estadios de fútbol, 110 museos, 15.000 bares, 160 teatros, 410 hoteles y 12.500 restaurantes de los cuales 600 son japoneses y 6.000, pizzerías.
Las cerca de 70 nacionalidades que conviven en São Paulo son las responsables de que sea una referencia en cuanto a diversidad gastronómica. Un filón que ha sabido explotar lasecretaría de Turismo local aprovechando la excepcional atención al público y la calidad de su cocina. Y aunque cada barrio conserva su herencia culinaria, lo cierto es que hoy por hoy se puede encontrar todo tipo de restaurantes en la mayoría de los distritos paulistanos. Desde africanos hasta escandinavos pasando por árabes o chilenos, São Paulo no decepciona a exigentes paladares viajeros. Ahora bien, si lo que se busca son aromas exóticos, el mejor lugar para hacerlo es el Mercado Municipal de São Paulo o ‘Mercadão’. Localizado en uno de los edificios más representativos de la arquitectura del período del florecimiento del cultivo del café, el establecimiento ofrece tantos colores y sabores como morbosas anécdotas de una historia reciente.
Para bajar la comida, un paseo en bici. Una práctica que va conquistando adeptos desde 2009, cuando el Ayuntamiento puso en marcha una tímida campaña para incentivar el uso de las bicicletas como alternativa al coche. Cinco años después, y ya como una de las prioridades del consistorio, son cada vez más las familias que circulan cada fin de semana por sus 120 km exclusivos de ciclovía. Una red local de alquileres de bicicletas pone a disposición de los usuarios anclajes que funcionan 24 horas los 365 días en los puntos más concurridos de la ciudad y en estaciones de metro.
Aunque la red de carril bici todavía no cubre toda la ciudad, a los rincones turísticos se llega haciendo uso del transporte público. La estación de metro Trianon Masp (línea verde) deja al transeúnte frente a una de las ‘postales’ de la ciudad. En plena Avenida Paulista (la "5ª Avenida brasileña"), se levanta una caja de hormigón acristalado de la autoría de la arquitecta Lina Bobardi. Es el Museo de Arte Moderno de São Paulo, cuya colección es considerada una de las más importantes de América Latina, con obras que proceden tanto de la antigüedad clásica como del arte contemporáneo. Frente a la pinacoteca, el parqueSiqueira Campos es el pulmón verde de una incansable avenida que ha sido testigo de ladesaparición a golpe de ladrillo y vidrio de las huellas de la colonización portuguesa.
Ya en el casco antiguo, los edificios se confunden con la historia de la ciudad y del país. Laplaza de La República, donde se encuentra la Secretaría Estadual de Educación, es custodiada por innumerables construcciones que han seguido el paradigma americano de la verticalidad como solución a la falta de espacio. El edificio Banespa brinda una de las mejores panorámicas de la metrópolis. Y al atardecer, desde el restaurante Terraço Italia es posible disfrutar de una de las más completas cartas de vino de São Paulo y una vista de 360 grados. Todo un deleite para sentidos urbanitas.
En tierra firme y lindando con el Valle de Anhangabaú (metro Anhangabaú), el Patio de Colegio llama la atención por sus moderadas proporciones entre tanto rascacielos. Hoy reconvertido en el museo de arte sacra Padre Anchieta, la cuna de São Paulo fue hace 460 años un centro de catequización de indígenas. A pocos metros de allí, se representa a diario una escena cuanto menos pintoresca a los pies de la Sé (la catedral). En la bulliciosa plaza donde se localiza el kilómetro 0, vagabundos, enchaquetados hombres de negocios y vendedores ambulantes se mezclan entre sí al compás de salmos arrojados a granel por las gargantas desgañitadas de predicadores asiduos.
No se puede hablar de São Paulo sin hacerlo del emblemático Copan. Un inmueble que a ojos europeos bien podría ser la pesadilla de un presidente de la comunidad. Más de 3.000 personas residen en las 1.160 viviendas de una de las grandes obras de Oscar Niemeyer, el maestro brasileño de la arquitectura moderna. Inspirado en las curvas de la mujer brasileña, su geometría sinuosa y elegante alberga en sus bajos comercios, restaurantes y la galería Pivô, un espacio artístico experimental para jóvenes artistas y arquitectos cuyos 3.500 m² atraen a diario a curiosos y amantes del arte.
Entre tanto asfalto, hormigón y embotellamientos a horas intempestivas, pocos imaginan que São Paulo además cuente con frondosas y bucólicas áreas verdes que mantienen a raya la voraz explotación inmobiliaria. Estupendas opciones para quienes huyen de la agitación urbana son el Parque de Aclimação, do Povo, Vila Lobos e Ibirapuera(en tupi significa árbol podrido). Este último fue proyectado por Niemeyer y sus 1.584 km² de área esconden algunos de los elementos arquitectónicos más destacados, como el Pabellón Cicillo Matarazzo, actual sede de la Bienal de São Paulo o el Museo de Arte Contemporáneo de São Paulo (MAC). Para los que buscan respirar aires indómitos, el paraíso de un biólogo: el Parque Estadual da Cantareira. Un cinturón de exuberante mata atlántica a tan solo 20 km del centro y hogar de 200 tipos de aves y animales salvajes.
Con una vida nocturna para todos los estilos, la noche cae sobre una metrópolis que continúa a ritmo frenético. Los bares del barrio residencial de Vila Madalena son frecuentados por un personal bohemio que busca horas de conversación tranquila regadas con cerveza casi congelada. Ya la vanguardista Rua Augusta (desde la Avenida Paulista a la Plaza Roosevelt) atrae a artistas, músicos, cineastas y profesionales que aman laatmósfera underground de una región que ha visto cómo proxenetas y clubes de alterne han sido sustituidos por bares, teatros y hispters con el dinero justo para pasárselo bien hasta la salida del sol.
En el otro extremo, el barrio de Itaim Bibi o Jardins cuenta con opciones más exclusivas para quien está dispuesto a pagar 200 euros por una entrada, 800 por un reservado y 1.000 por una botella de Veuve Clicquot. Algo más realista e informal se puede encontrar en el barrio de Barra Funda, donde discotecas con buena música electrónica sirven copas a precios asequibles en un ambiente moderno pero sin pretensiones. Ya sea en una improvisada mesa de bar en la acera o en la pista de una discoteca decorada por los Hermanos Campana, en São Paulo el cierre lo echa el último cliente.
A pesar de las vastas opciones, cada vez son más los que cambian la música enlatada por un concierto. Y es que en los últimos seis años, las salas y macrofestivales paulistanos se han colado al fin en el calendario internacional. En 2007, apenas el 30% de las giras incluían São Paulo, hoy el 70% de las grandes producciones pasan por la ciudad y así como la gastronomía, la música en directo se ha consolidado como reclamo turístico nacional.
Cines para sibaritas, jazz en garajes hasta altas horas de la madrugada, rapel en viaductos, talleres de grafitis, paseos nocturnos en helicópteros. Actual motor financiero y cultural de Sudamérica, la megalópolis garantiza infinitas experiencias al que, por acaso o a propósito, se enreda en su agitada maraña de avenidas. En São Paulo cualquier cosa es posible, el silencio, una utopía y el aburrimiento simplemente no existen.
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