Buenos Aires, palabras mayores. Hay quien la ha llamado el París de América del Sur. Pero si bien podría competir en influencia cultural, Buenos Aires es una ciudad mas mítica que monumental. Lo cual tiene aún más mérito si tenemos en cuenta que es un país joven, sin pasado precolombino. Es vida y símbolo. Y el símbolo se impone, porque es algo que crece, tiene tradición, don de gentes, y labia para seducir...o embaucar. Como sucede con el tango, el partido del domingo, o la ceremonia del mate compartido.
Por eso los viajeros van a la Casa Rosada o a la Plaza de Mayo: guiados por lo que representan. Al pisar esta última vienen inmediatamente a la cabeza las “madres” de la plaza que lucharon contra la dictadura militar. Capital trepidante y visceral, ha reflejado su modo de ser en sus vorágines políticas de este siglo: que han ido desde el mesianismo de Perón a la dictadura de Videla, del corralito financiero que devastó la clase media del país, a la era de los Kirchner.
Y así ha ido creciendo en torno al Río de la Plata sobrellevando sus contradicciones. Ciudad hospitalaria, ha sido tierra de oportunidades durante el siglo XX, lo cual explica sobre el mantel su extraordinaria tradición gastronómica: mezcla de tradición española, pastas y helados italianos. Y todo ello con las mejores materias primas llegadas del campo argentino.Porque en Buenos Aires, si hasta la carne fast food resulta sabrosa, un asado tradicional dejará sin ganas de llegar al postre a los más carnívoros.
La ciudad luce un urbanismo de escuadra y cartabón, pero a lo grande, como corresponde a una metrópolis. Habrá que ir a sus barrios de siempre para encontrar calles enrevesadas y angostas, como en San Telmo, que aún conserva resquicios de arquitectura aristocrática decadente, ahora convertida en talleres artesanales. Por ahí encontraremos el Mercado de San Telmo, de 1897, donde se venden antigüedades y objetos típicos regionales. Pero el ejemplo más claro lo tenemos en el famosísimo barrio de la Boca, con sus casas pintadas, donde nació el tango más canalla, luego exportado al mundo entero como símbolo de sensualidad. Ahí uno puede dejares hipnotizar con los muchos bailes callejeros (pero sin dejar de vigilar la cartera en el bolsillo).
Y aún quedará tanto: tomarse una cerveza en el delta del Paraná, en el Tigre, buscar los clubs de moda en Palermo Hollywood o Palermo Soho, arrastrarse por la afluencia peatonal de la calle Florida en busca de artículos de piel. Buscar la tumba de Evita en el Cementerio de la Recoleta. Apostar en el Hipódromo de San Isidro, alternando gin tonics con la jet. Acudir alTeatro Colón o a los muchos conciertos y representaciones teatrales que cada día empapelan las calles de la ciudad.
Exasperante, caótica, extraordinariamente seductora, egocéntrica, y acostumbrada a dejarse caer en el diván del psicoanálisis. Un monumento a Freud, con 14 millones de personas. Donde las conversaciones en cafés se interrumpen de cuajo cuando aparece la madre de todas las disputas metafísicas, el ser o no ser: el Boca vs River. Cargada de talento y personalidad. Puro símbolo en perpetua renovación y una extraordinaria creatividad artística. Referente para Sudamérica, y para el resto del mundo. Palabras mayores. Y siempre en mayúsculas.
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