El río Mekong, desde que nace en la cordillera del Himalaya y hasta desemboca en el Mar de China (Vietnam), recorre más de 4.000 kilómetros.
Podemos recalar en la población de Chiang Khong para iniciar un recorrido salvaje y variopinto por uno de los tramos más fascinantes del Mekong. Situado al norte, este pueblecito es la puerta de entrada a Laos. Aquí se coge el barco que navega durante varios días por este caudaloso río rumbo a Luang Prabang, la antigua capital del reino del millón de elefantes. Esta ciudad emerge en la confluencia del río Mekong y el río Nam Khan, entre montañas y densos bosques. Elige para visitar a primera hora el imponente Palacio Real, que exhibe en su interior colecciones de arte laosiano y el buda de oro Pra Bang que se guarda en la capilla real. De los sesenta templos que se llegaron a erigir durante el período de esplendor, unos treinta se mantienen casi intactos. Uno de ellos es el Wat Xien Thong, que cuenta en su interior con veinte edificios, más o menos, de diversos tamaños. Subrayar sus llamativas techumbres, paredes de color rojo y oro, incrustaciones con mosaicos de cristal y su capilla roja engalanada con un buda de bronce tumbado. Por sus alrededores también debemos perdernos. Primero alquilaremos una bicicleta o un ciclomotor para llegar a lasbellas cascadas de Tat Kuang Xi, y una barquita con la que podemos acceder a las cuevas naturales de Pak Ou, con más de 4.000 imágenes de Buda en su interior.
Siguiendo el cauce del Mekong aparece la ciudad de Van Vieng, el paraíso de los escaladores y espeleólogos por sus espectaculares acantilados, cuevas y túneles excavados en la roca. Menos espectacular es la capital Vientián, donde los viejos edificios han sido sustituidos por modernas moles y grandes avenidas. Como señas de identidad se han conservado la estupa dorada de Pha That Luang o el templo de Si Saket, que hoy alberga una de las exposiciones más importantes del país.
La travesía continúa en Pakse, una de las ciudades más importantes del país, por la que circulan sin parar cientos de motocicletas. Lo ideal es empezar la noche en uno de los quioscos de madera suspendidos en el agua tomando una cerveza local (Beerlao) o cenando en alguno de los barcos-restaurantes amarrados en la orilla. Para descansar como un rey existe un hotel que mandó construir el príncipe con todo lujo de detalle.
Unos 50 kilómetros al sur, llegamos al final de nuestro viaje por el río Mekong: Champasak. Es el momento de maravillarse con un paisaje único, ya que se cree que las ruinas de Champasak fueron la primera manifestación artística del arte jemer.
En profundidad
Nadie se pone de acuerdo a la hora de elegir el tramo más hermoso del río Mekong, el hilo conductor de diversas culturas, paisajes y razas. Parecido a la columna vertebral de un dragón gigante, el río Mekong recorre más de 4.000 kilómetros, unas veces tranquilamente, y otras más rápido empujado por las fuertes precipitaciones que azotan determinadas zonas del Sudeste Asiático en la época de lluvias. Es durante estos meses también cuando el agua se vuelve marrón en contraste con los verdes arrozales y las colinas selváticas que deja a su paso. Durante milenios, el Mekong fue la única vía de comunicación de estos pueblos que también se alimentaban gracias a los peces del río y que saciaban su sed con sus aguas.
En pocas zonas se tiene la suerte de comer en mercados flotantes atestados de locales, relajarse en islas aún inalteradas por la mano del hombre, descubrir ruinas milenarias, pasear en barcos de madera y vapor, que reproducen los de la época colonial, conocer países como Laos, con un interesante pasado histórico y maravillosos parajes naturales, o avistar nuevas especies como una víbora con los ojos de color rojo rubí, una rana que intenta cantar como los pájaros o un pez gato capaz de moverse sobre la tierra.
Las 4.000 islas, el lugar más tranquilo del río Mekong
Llegar al destino más tranquilo del mundo implica volar hasta Pakse, una de las ciudades más grandes de Laos, y desde allí tomar un barquito con dirección a Don Det, una de las islas que forman parte de las conocidas 4.000 islas, que emergen en una zona en la que el río Mekong se bifurca en mil brazos. Don Det sorprende no sólo por las cabañas de maderas en las que trascurre la vida, por ella no circula ningún vehículo a motor, de vez en cuando pasa algún barco por el río, y únicamente hay electricidad desde las 6 de la tarde hasta las 10 de la noche. Su ambiente hippie y anclado en los años 60 atrae a numerosos jóvenes.
Un antiguo puente de la época de la colonia francesa une la isla de Don Det con Don Khon, que guarda cuidadosamente cascadas y templos ocultos tras la espesa vegetación de la jungla. Don Khong es la isla mayor de este laberinto fluvial en el que se han levantado restaurantes, alojamientos de todo tipo y un aeródromo.
¿Por qué ir a las 4.000 islas? Porque en este remanso de paz no hay mucho que hacer: tumbarse en una hamaca, pescar, dar paseos en bici…y sobre todo disfrutar de la paz y el sosiego que dan las aguas de Mekong.
Actividades en el río Mekong
Después de la época de lluvias, llegan al Sudeste Asiático los mejores meses para realizar cualquier actividad en el río Mekong. De octubre a febrero, en el conocido Triángulo de Oro, uno de los tramos en los que el río Mekong, como en otras muchos, sus aguas sirven de frontera entre Myanmar, Laos y Tailandia, se realiza rafting. La parte más recomendable está al norte de Laos, en Nam Fa, que cuenta con un recorrido de unos 75 kilómetros entre pequeños pueblos, frondosos bosques y apasionantes rápidos. También navegando por el río Mekong podemos llegar a las cuevas Pak Ou y a Kuang Si Waterfall, un lugar en el que se suceden impresionantes cataratas que nos regalan vistas soberbias y varias piscinas naturales de aguas turquesas.
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